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La buenaventura en Internet

Las artes divinatorias en Internet.

Actualmente, las personas que creen en los astros, en las predicciones oraculares del I Ching, de las runas, del Tarot y otras artes divinatorias no son más consideradas como marginales o débiles de espíritu. Bien por el contrario. Son los escépticos irreductibles que pasan por ser racionalistas obtusos y cientificistas cantonados en posiciones obsoletas.

No comprender un fenómeno no da ningún derecho de negarlo, pero en fin, todos nos hemos encontrado alguna vez con personas aparentemente inteligentes y de buena fe pero encerradas en prejuicios infranqueables. Pero no vayamos tan de prisa para juzgar los escépticos. Cada uno tiene sus criterios y sus razones para defender su posición.

Con la vulgarización de Internet y el interés creciente por las artes divinatorias, han aparecido en la red una multitud de sitios web “profesionales” que están enteramente dispuestos a atrapar al incauto (y al no tan incauto también). Aprovechando a menudo la debilidad provocada por los problemas de la vida, los “profesionales” deshonestos son numerosos. En este Cafarnaúm la única defensa que tenemos es la prudencia.

Sin embargo, y aunque sean raros, los auténticos videntes, los astrólogos eminentes y los hábiles lectores de oráculos existen. Pero es difícil encontrarlos porque están mezclados con una gran mayoría de impostores. Aunque este fenómeno no es nuevo, ha sido aumentado considerablemente por la divulgación que permiten los medios actuales, Internet el primero. Señalemos también al pasar que entre la mayoría de los “profesionales” existe una competencia feroz.

El valor de una crítica a la práctica de la buenaventura.

Frente a este estado de cosas, con una crítica general seremos inevitablemente injustos. Tenemos nuestras preferencias, nuestras afinidades, nuestras repulsiones. Pero francamente, reconozcamos que un breve paseo por la infinidad de sitios internet dedicados a las artes divinatorias, con sus publicidades alborotadas y engañosas, nos da un “a priori” enojoso y decepcionante.

Los servicios ofrecidos, las videncias “infalibles”, pasando por hechizos y brujería, con las tarifas burlescas que los acompañan, nos incitan a ser severos hasta con los más inofensivos. Y nos apresuramos a condenar también al vidente no tan malo que se resigna a “romper un hechizo” porque se da cuenta que ese es el único medio a su alcance de calmar una neurosis obsesional o una histeria incipiente.

Y dónde podemos situarnos cuando de buena fe creemos en las artes divinatorias? Estamos obligados a sospechar de todo aquél que las practica profesionalmente o no, para refugiarnos en el escepticismo irreductible? No, ciertamente. Solamente sepamos discernir con seriedad y seamos prudentes; eso nos ayudará sin duda para distinguir lo falso de lo verdadero y también a observar una deontología personal en la práctica.

La práctica de la buena ventura necesita de la observancia de una serie de deberes, sobre todo si es comercial. La honestidad y la buena fe, en este caso, no son suficientes. Es en la comprobación de la veracidad de las predicciones que debe situarse el valor y la justificación de los honorarios demandados. Nos parece que es una exigencia ética.

La deontología de la buenaventura.